CASA LUIS BARRAGÁN

PLANTA BAJA / Estancia

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La transición hacia la estancia-biblioteca se logra con recursos que serán constantes a lo largo del recorrido. Un acento de escala, a manera de contracción, su consecuente sombra y el movimiento, nunca frontal ni directo, sino obligado a una directriz quebrada que concluye con una nueva dilatación del espacio, el aire y la luz.

En el transcurso de unos cuantos pasos han aparecido, cuidadosamente colocados para ser descubiertos, la primera de las grandes esferas reflejantes (en nueva contracción espacial capturada en la superficie plateada) al lado de la figura de una Madona tallada en madera y el acontecimiento luminoso de una lámpara cilíndrica en el piso.

Superando el biombo de pergamino, la mirada se posa entonces sobre la sorpresiva puesta en escena del jardín. Nombrar este suceso como una ventana sería otra reducción, ya que el marco que aquí se ha construido para el encuentro con el verde es, en sí mismo, otro espacio: un proscenio que va mas allá de la profundidad mínima que puede poseer una hoja de vidrio y su herrería.

La fachada poniente de la casa se distingue de la frontera prácticamente impenetrable de la fachada hacia la calle no sólo por su proporción de vanos, sino también en su concepción como un mecanismo de diálogo de la casa con su jardín.

Este es el caso de la gran ventana en la estancia. A través de esta fachada la naturaleza acompaña y provoca las experiencias de la vida que ocurren al interior. Más que una frontera, esta fachada es el plano anterior a otra espacialidad, la vegetal, que adquiere así un valor metafísico más que utilitario.

Frente al jardín, acompañándolo, se encuentra la estancia. La amueblan las sillas, la butaca, las mesas de madera sólida y el facistol monacal. Otra vez los materiales industriales están ausentes en el diseño de los objetos cotidianos. Sólo tenemos madera maciza, piel, fibras vegetales y lanas.

En colaboración con la diseñadora Clara Porset, la mayoría de estos muebles son reelaboraciones o sutiles juegos de depuración sobre varios objetos de diseño tradicional y anónimo.

Debe destacarse la capacidad del lugar de contener armónicamente estos objetos sencillos y artesanales, como lo son las sillas ajenas a cualquier idea de producción en serie.

Están también las piezas antiguas de arte sacro occidental o los objetos ceremoniales tribales que, lejos de provocar una contradicción estilística o semántica, se acogen con toda naturalidad al contexto atemporal de la casa.

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